En un acto que funde pasado y presente, la llama olímpica fue encendida en Grecia, dando inicio al símbolo universal de paz y competición que viajará hasta París 2024.
El ritual ancestral se renueva
Tras su encendido, la llama olímpica emprende un viaje repleto de significado, simbolizando la conexión entre las civilizaciones y el tiempo. Este año, el trayecto se inicia con el remador Stéfanos Duskos, reflejando la fusión de los logros del pasado y las promesas del futuro olímpico. El recorrido perpetúa la memoria de Pierre de Coubertin y resalta la importancia del deporte como puente cultural y generacional.
De Olimpia a París: una llama viajera
Tras su encendido, la llama olímpica emprende un viaje repleto de significado, simbolizando la conexión entre las civilizaciones y el tiempo. Este año, el trayecto se inicia con el remador Stéfanos Duskos, reflejando la fusión de los logros del pasado y las promesas del futuro olímpico. El recorrido perpetúa la memoria de Pierre de Coubertin y resalta la importancia del deporte como puente cultural y generacional.
Los valores olímpicos trascienden el tiempo
La ceremonia de la antorcha olímpica no es meramente una preparación para los Juegos; es una viva reafirmación de los valores olímpicos de excelencia, respeto y amistad. A través de sus rituales, recuerda al mundo que, más allá del marco competitivo, existe un ideal de unidad y armonía que ha trascendido milenios y que sigue siendo relevante en el contexto contemporáneo de los Juegos Olímpicos.
La ceremonia de encendido de la llama olímpica en Olimpia marca no solo el comienzo de la cuenta regresiva hacia París 2024, sino también la perpetuación de un legado milenario. Uniendo países y culturas, la antigua tradición sigue iluminando el espíritu olímpico en cada edición.