El calendario de 2022 estaba a un paso de cederle el protagonismo al del nuevo año cuando una incidencia obligó a marcar uno de sus últimos días como un hito en el fútbol mundial. El 30 de diciembre, Cristiano Ronaldo, uno de los mejores futbolistas de la historia, anunciaba el próximo paso de su brillante trayectoria. Tenía dos motivos: se había hastiado de los cuestionamientos en su segundo paso por el Manchester United, claramente menos fructífero que el primero, y contaba a su favor con una propuesta tentadora e irrechazable.
El cetro, eso sí, le podría durar poco. Desde la misma liga están dispuestos a seguir acometiendo inversiones que rayan en la locura: a Messi lo tientan con 400 millones por año, en una relación de dos, para que se una al Al Hilal, y el último objetivo es nada menos que Karim Benzema, el último Balón de Oro y figura del Real Madrid, para quien el presupuesto considera una cifra similar a la que percibe CR7.

Este mes, Forbes explicó la estrategia con números en la mano. “Arabia Saudí dijo en septiembre que se embarcaba en un plan de 38 mil millones de dólares para convertirse en un centro de deportes electrónicos para 2030. Y luego están los patrocinios deportivos: el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita dijo había comprometido US$ 2,3 mil millones para patrocinios de fútbol a largo plazo en los primeros ocho meses de 2022″, sostiene la publicación económica especializada. Basta una simple lectura para inferir que solo la tradición les permite a los grandes clubes competir para retener a sus figuras más emblemáticas. Si se trata de dinero, sencillamente no hay posibilidad de medir fuerzas sin arriesgar la estabilidad financiera. U
Las inversiones cuentan con un respaldo clave: el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita, cuyo capital se estima en la friolera de 620 mil millones de dólares. Es decir, basta una pequeña porción de esos dineros para darse los auténticos lujos que llenan portadas y hasta generan morbo.

Eso sí, falta uno, que en gran medida toca a una ilusión chilena, probablemente sin siquiera proponérselo como objetivo. El país de la bandera verde tiene en mente presentarse como candidato para la organización del Mundial de 2030, lo que sumaría un nuevo competidor de fuste a una postulación que ya veía como amenaza la conjunta entre España, Portugal y Marruecos, que también le habían salido al camino a Uruguay, Chile, Argentina y Paraguay.
La propuesta árabe es ambiciosa por otro aspecto: también considera a Grecia y Egipto. Vale decir, de convencer a la FIFA, organizarían el primer Mundial tricontinental de la historia. La decisión, por cierto, también tiene matices estratégicos: los helenos tendrán que conseguir el respaldo de las federaciones europeas y los egipcios, las de las africanas, en una votación que se prevé estrecha y donde cada voto y cada millón de dólares jugarán un rol fundamental. Por cierto, los socios que eligió Arabia Saudita ya recibieron una garantía: que no se preocupen de los gastos. La construcción de estadios que cumplan con los exigentes estándares que fija el ente rector del fútbol mundial correrán por su cuenta. Y si falta para algo más, también.